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El Balcón del Cuerviñán (Cueva del MIrador): pequeña joya colgada sobre el embalse de Mezalocha

A apenas media hora de Zaragoza existe un rincón singular, discreto pero sorprendente, que pocos senderistas conocen pese a su evidente presencia en el farallón que domina el embalse de Mezalocha. Se trata del Balcón del Cuerviñán, una pequeña cueva situada en un emplazamiento tan llamativo que, al descubrirla, uno se pregunta cómo es posible que no figure entre los parajes más conocidos de la provincia.

Balcón de Cuerviñán (boca norte, entrada 3) desde el camino de acceso

Una excursión cercana y accesible

La primera gran ventaja del Balcón de Cuerviñán es su cercanía a Zaragoza, lo que permite organizar una visita espontánea, ya sea en una mañana entre semana o como plan rápido de fin de semana. Desde el pantano de Mezalocha, un sendero sencillo nos aproxima al farallón calizo que bordea el embalse, y en algo menos de una hora de agradable paseo alcanzamos las proximidades de la cueva.

Interior de la cueva con la boca norte (entrada 3) y el agujero de la bóveda (entrada 2)

A diferencia de otras cavidades de la provincia, el recorrido por su interior es relativamente fácil y no requiere cuerdas. Sus galerías son breves, con desniveles moderados, y permiten ser exploradas por cualquier persona sin remilgos para arrastrarse por terreno irregular y sin claustrofobia. Es un lugar perfecto para iniciarse en la espeleología ligera o, simplemente, para dejarse llevar por la curiosidad.

Tres bocas, tres maneras de entrar

Uno de los elementos más llamativos de la cueva es la presencia de tres bocas de entrada. La más visible, la que da hacia el embalse, se abre como un auténtico balcón natural sobre el abismo, ofreciendo una panorámica excepcional del pantano y del paisaje de yesos y calizas que lo rodea. Desde ella, la cueva se prolonga hacia el interior conectando con otras dos entradas más discretas, una de ellas a través de una estrecha galería que añade un punto de aventura al recorrido.

Para entrar por la boca norte (entrada 3) hay que acceder escalando desde la base de la pared, para entrar por la bóveda superior (entrada 2) solo se puede mediante rápel no instalado. Es por ello que recomendamos internarse desde la boca sur (entrada 1, ocupada parcialmente por una frondosa zarza), ya que se puede explorar sin equipamiento especial, más allá de la obligatoria linterna frontal y el más que recomendable casco. El escaso desarrollo de la cueva de apenas 30 metros permite recorrer la cueva de principio a fin en unos pocos minutos.

La gatera. Paso clave del recorrido.

Esta peculiar configuración convierte al Balcón de Cuerviñán en una cavidad divertida de recorrer y muy fotogénica, perfecta para quienes disfrutan de los lugares con personalidad.

Un mirador privilegiado suspendido sobre el pantano

Si algo hace especial esta cueva es su situación estratégica, colgada literalmente sobre la pared que cae hacia el embalse. Asomarse a su gran boca norte es asomarse a un balcón natural sobre uno de los paisajes más peculiares de la comarca. Desde allí se domina todo el pantano, las laderas que lo rodean y el infinito horizonte del Campo de Cariñena con la sierra de Algairén al sur, el Moncayo al oeste y, en días claros, las nevadas cumbres de los Pirineos al norte.

Panorámica de sur a norte desde las cornisas superiores del Balcón del Cuerviñán

Es fácil imaginar por qué la cueva llama la atención incluso desde lejos. E igual de fácil entender por qué muchos montañeros y escaladores se han sentido atraídos por ella durante décadas.

Un lugar conocido desde los años 50

Aunque a veces se afirma lo contrario, el Balcón del Cuerviñán no es un descubrimiento reciente. En el interior de una de sus cámaras se recuperaron varios fragmentos de cerámica medieval junto con un borde de mortero de aspecto romano. Ya en los años 50 era conocido por los montañeros zaragozanos. Así lo contaba el añorado Rafael Montaner en el Boletín de Montañeros de Aragón de diciembre de 1983:

"Al otro lado del barranco ese se encuentra el «Balcón del Cuerviñán», cueva muy visible situada a media altura en la pared, la que es accesible escalando fácilmente desde la base, rapelando por un agujero que horada la bóveda o reptando por una estrecha galería, y aunque como escalada no tiene nada, para hacer el «abrio» es fenomenal. En adelante, sigue la muralla con la base más baja y con sitios majos para escalar."

Este testimonio muestra que las incursiones y exploraciones recreativas de la cueva ya formaban parte de la historia del montañismo aragonés en la segunda mitad del siglo XX.

Fotografía en el artículo original de Rafael Montaner en el que se menciona el Balcón del Cuerviñán

Sin embargo, también hubo épocas de olvido

Pese a su visibilidad, algunas publicaciones posteriores han señalado periodos de abandono. El libro Cuevas y simas de la provincia de Zaragoza de Mario Gisbert y Marcos Pastor donde, por desconocimiento rebautizaron la cavidad como Cueva del Mirador, lo resume así:

"Aunque la cueva siempre ha sido visible y conocida, dada las dimensiones de la entrada norte y su situación en un alto farallón, la obstrucción de sedimentos terrosos de un conducto de su entrada sur, obligado paso para acceder a las más amplias galerías norte, señala la falta de incursiones a ella durante los últimos siglos. También, en los últimos tiempos, la cerrada vegetación que ocultaba y ocupaba esta entrada, ha forzado el olvido de la cueva". 

Embalse de Mezalocha desde el interior de la cueva en el libro Cuevas y simas de la provincia de Zaragoza

Este contraste histórico —lugareños y montañeros que la visitan en la mitad del siglo XX frente al posterior olvido inducido por sedimentos y vegetación— añade un componente interesante a la narrativa de esta cavidad.

Consultado el veterano escalador Gregorio Villarig al respecto de los primeros recorridos, no tenía lugar a dudas:

"Sí, claro que la recorríamos. Cuando terminábamos de escalar el Gran Diedro era una manera diferente de salir. A veces también rapelábamos por el agujero. Nos teníamos que arrastrar por esa cueva, ya no me acuerdo si era más fácil hacerlo boca arriba o boca abajo. Si llegábamos a ese paso y habían caído piedras desde fuera, nos lo encontrábamos taponado y teníamos que volver a salir por donde habíamos rapelado, Lo hacíamos como entretenimiento, no porque pensáramos que estábamos haciendo algo de espeleología. Podía pasar que terminabas más cansado de arrastrarte por esa cueva y arañarte con las zarzas a la salida que de la escalada que habías hecho antes."

Escalada de época en Mezalocha.

Y respecto al topónimo Balcón del Cuerviñán afirma lo siguiente:

"No sé si tenía nombre antes. Nosotros como «Balcón del Cuerviñán» la conocimos siempre. No lo sé, pero el nombre parece puesto por (José Antonio) Bescós, que siempre le daba por inventarse palabras de ese estilo. Esto último no lo sé seguro, pero no me extrañaría nada."

La primera referencia conocida al vocablo "Cuerviñán" como topónimo la encontramos, precisamente, en la vía Cuerviñán Norte del mallo Gómez Laguna de Riglos, abierta por José Antonio Bescós y Rafael Montaner el 13 de junio de 1956, tres años antes de la apertura del Gran Diedro de Mezalocha por el mismo Montaner y Alberto Rabadá. ¿Tomaron el topónimo de la vía de Riglos? ¿Era una especie de jerga en el grupo? Parece difícil saberlo, pero el topónimo no se repite más en las aperturas de los escaladores de Montañeros de Aragón.

Un rincón que merece ser redescubierto

El Balcón de Cuerviñán reúne todo lo necesario para convertirse en una excursión imprescindible: cercanía, accesibilidad, interés geológico, historia montañera y unas vistas espectaculares sobre el embalse de Mezalocha. Es una cavidad modesta, sí, pero llena de encanto y perfectamente integrada en el paisaje que la rodea.

Quien se acerque hasta ella descubrirá un pequeño tesoro colgado sobre el vacío, un balcón natural que invita a detenerse, respirar y contemplar el silencio del pantano desde un lugar privilegiado.

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