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Lo primero, la montaña

Espolón del Adamelo: historia trágica de los mallos

El espolón del Adamelo es, con toda probabilidad, la vía más frecuentada de Riglos. Quien va por primera vez a los mallos normalmente decide con bastante buen criterio iniciarse en la vía más sencilla que suba al mallo más llamativo, y estas dos condiciones las cumple el Adamelo.

El nombre se lo pusieron los aperturistas, Ursi Abajo y Jesús Ibarzo tras volver del viaje de la escuela de Alta Montaña al Adamello (Lombardía-Italia). Sólo 3 meses después de realizar esta vía los mismos autores regalarían al mundo la impresionante Carnavalada en el Pisón, pero antes Ursi -que tan sólo contaba con 25 años- ya había abierto la Ursi con Ernesto Navarro, la vía de la Risa con este último y Alberto Rabadá, la vía de Verano al Pisón y la Villarig a la Aguja Roja, entre muchas otras.

Como en todas las vías frecuentadas, en el Espolón del Adamelo se concentran gran número de accidentes. El más trágico, no sólo de esta vía sino de todos los mallos, se produjo el 31 de octubre de 1976, por una caída producida en el segundo largo; el que va en cabeza cae en la Panza del Pijo y sus compañeros, al no estar anclados a la reunión son arrastrados por las cuerdas, produciéndose la muerte en el acto de Mario Samuel Gordons y quedando heridos de muerte Cristóbal Trujillo y Enrique Calleja. De la numerosa cordada sólo Carlos Ruberte sobreviviría a ese accidente, al haber salido de la vertical de la vía para ir a hablar con otros escaladores que en ese momento se encontraban escalando la Gripe. Tras este accidente del que milagrosamente se libró y tras cumplir con el servicio militar obligatorio, Carlos Ruberte volvió a escalar, muriendo así mismo dos años más tarde en la Anglada-Guillamón de la paret de las Bagasses.

A los escaladores zaragozanos Jesús Enrique Calleja Gonzalvo y Cristóbal Trujillo Gutiérrez se les dedicaría una vía ese mismo año en la cara Oeste del Firé, donde con muy poca diferencia de tiempo también se abriría la Carlos Ruberte, y a Mario Samuel Gordons Gutiérrez en la cara Sur de Peña Sirio. Estos escaladores encontraron la muerte a una temprana edad, contando todos ellos entre 15 y 16 años.

No mucho después, el día de año nuevo de 1979, un escalador madrileño -Eduardo Benedé- se decide a escalar en solo integral esta vía. Acaban de volver de Ayerbe de celebrar la Nochevieja y todos se disponen a dormir y a descansar tras una noche bastante movida. Benedé busca compañero para escalar, pero no lo encuentra y ante la imposibilidad de escalar asegurado, decide escalar sin compañero. Sus amigos tratan de convencerle de que no la escale en solitario, pero les ignora y desgraciadamente cae en el mismo punto donde tuvieron el accidente los otros escaladores dos años antes. Eduardo Benedé es el único muerto en accidente de escalada que está enterrado en el cementerio de Riglos, como fue su voluntad expresada premonitoriamente antes de escalar esta vía. Tras la muerte de Benedé se le rinde un homenaje que perdura todavía hoy; en su memoria, fundan una revista cuyo número 0 se lo dedican a él. El nombre de la revista quizás os suene: Desnivel.

Post editado (oct'08): información aportada por Morta.

Hola Alex

Estaba viendo tu blog y me he encontrado con el relato que haces de la muerte de Eduardo Benedé en el Adamello. Eduardo era nuestro amigo y aquello nos cayó encima como un jarro de agua fría. Fue la primera muerte de un amigo que nos tocaba de cerca. Yo mismo estuve en Riglos con él quince días antes. Siempre recordaré aquella noche (...)

Como bien dices, el origen de Desnivel viene de ahí pero realmente, lo que hizo Darío en su momento es hacer lo que se llama el número 0 de Desnivel pero que realmente no lo es ya que no tiene ni el formato ni el fin de lo que es la revista. Entre el accidente y el primer número de la revista pasan unos 2 años ya que se publica en 1.981. Aquella recopilación de textos de Eduardo (no se si la has visto, yo le tengo y lo guardo como oro en paño) fue su verdadero homenaje personal, eran muy amigos.
La revista viene después y surge de un viaje, creo recordar a Contreras (yo no iba en aquel viaje), y Darío sugiere el nombre de Desnivel para la revista. Probablemente también como homenaje pero quizá también porque el nombre era apropiado.

Por cierto, Eduardo era de Barcelona pero vivía en Madrid, ya sabes que para ser madrileño no hace falta haber nacido en Madrid :-)

Nada, solo quería que supieras algo mas sobre aquello.

Un saludo
Morta
La vía recorre el marcado espolón que surge entre la chimenea de la Pany-Haus (1946, Panyella-Casasallas) y la Endrija de la Gripe (1956, Virgili-Bescós-Montaner). El primer largo en la actualidad no se realiza por la vía original, y se evitan sus panzas entrando unos metros a la izquierda y accediendo el espolón justo debajo de la primera gran panza.
Los nombres de las tres panzas más famosas son curiosos: la primera gran panza, encima de la R1 es la panza del Cansado, obedeciendo su nombre al estado en el que quedan muchos escaladores tras intentar superarla. La segunda panza, situada justo encima se llama la panza del Pijo; por lo visto, una de las presas de esta panza guardaba un parecido asombroso con el miembro masculino. Desgraciadamente, la presa ha desaparecido de su ubicación pero bueno, el nombre se ha mantenido. Es en este punto en el que sucedieron todos los accidentes anteriormente relatados. La tercera panza se llama del Cabrón y lamentablemente, no puedo explicar tan bello apelativo; se agradecerán aportaciones.

El resto de la vía continúa por el espolón perdiendo progresivamente verticalidad y también dificultad. La vía no es especialmente bonita, pero sí que es una buena iniciación al tipo de escalada de Riglos y todo el mundo piensa así, de manera que ya se sabe, para no perder los nervios es recomendable madrugar y tener paciencia. La vía termina antes del collado, pudiendo dar por terminada la escalada en este punto o continuar hasta el collado para enlazar desde ahí con la normal del Torreón para hacer cima.

Recomendaciones:

El equipamiento es correcto, aunque a los novatos les parece que los seguros alejan muchísimo -esto es Riglos, zagales-. Los pasos más duros están perfectamente protegidos por paraboles, así que no hay que preocuparse porque se repitan las trágicas historias que habéis leído unos párrafos más arriba.

Si no tenemos cordadas que nos molesten por encima y vamos con cuerdas de 60m, puede ser recomendable saltarnos la R1 y montar la R2. De esta manera conseguimos lo siguiente: ganamos tiempo, evitamos un factor alto de caída en las panzas del Cansado y el Pijo, podemos ayudar mejor a un segundo en apuros en esas panzas y permitimos que una cordada que venga por detrás pueda montar la R1 tradicional, descongestionando un poco la vía.

Si hemos montado la R1 entonces la que podemos saltarnos es la R2, porque están prácticamente una al lado de la otra.

Aunque no hay demasiado posibilidades de embarque, en la panza del Cabrón nos puede despistar algún parabolt debido a que por ahí discurre otra vía, la "Tararí que te vi". La reunión del Adamelo (a la izquierda) y de la Tararí (a la derecha) están muy juntas, conviene no despistarse si no estamos preparados para calzarnos un 6c.

Los rápeles del Pisón son un poco perdedores -sólo un poco, no os preocupéis- así que mejor no esperar a que nos pille la noche si no conocemos la ubicación de las instalaciones. Con cuerdas dobles de 60 metros se puede bajar en una sola tirada desde el rápel de la cima hasta el collado y con cuerdas dobles de 50 o simples de 70 también se puede rapelar, pero mucha atención con no saltarnos ninguna instalación. El rápel volado -el penúltimo antes de llegar al suelo- mide 36 metros exactos. Si vamos con una cuerda que no mida exactamente 70 metros vamos a tener que hacer comedias montando otro rápel en la reunión colgada -R3- de la Vía de Bajada.

Ubicación original de la reseña: en Onaclimb.

Galletas al Mallo Firé (Riglos)


Su historia:

El nombre de Francisco Ramón Abella probablemente suene a muy pocos. Fue el fundador del Grupo de Escaladores de Montañeros de Aragón y miembro honorario del grupo de Alta Montaña. Cuando Rabadá y Montaner terminaron su nueva vía en la sur del Firé la bautizaron con ese nombre, pero su mote "el Galletas" -parece ser que tenía una fabrica de galletas- terminó imponiéndose también sobre el nombre de pila en la vía.

Previamente, en 1958, Montaner, Virgili y Bescós ya intentan ascender por la sur del Firé. Realizan todo el itinerario clásico de la vía, tal y como lo conocemos ahora hasta el largo de 6a+ donde las dificultades de la vía y las limitaciones técnicas les obligan a desistir;

En marzo de 1959, Rabadá acompaña a Montaner a realizar otra intentona a la sur. El plan original de ambos era escalar en el Pirineo, pero el mal tiempo ahí reinante les obliga a buscar un poco más de estabilidad en Riglos. Suben por donde Montaner y compañeros realizaron el primer intento un año antes, hasta alcanzar la repisa que les deja en la base de un muro desplomado. En vez de continuar por el diedro, continuan por el punto más débil del desplome. Con mucho tesón -y un vivac sobre estribos- llegan a la zona fácil que precede a la chimenea. Una vez en el interior de ésta, la escalada se realiza con rapidez a pesar de la mala calidad de la roca en su primera parte y llegan a tiempo al collado para poder realizar el vivac antes del descenso.

Posteriormente, en agosto de 1968 Porta y Antoñanzas logran, a base de buril, terminar el proyecto inicial de Virgili, Bescós y Montaner y consiguen enlazar con el itinerario original de la Galletas algo más arriba. Además, comenzaron en la vertical de la chimenea, enlazando con el itinerario del primer intento para continuar el desplome y la preciosa travesía diagonal hacia la derecha hasta cruzarse con la apertura de Rabadá y Montaner.

Actualmente, el itinerario más repetido -el que está equipado, claro- aprovecha los primeros largos de la vía original hasta el desplome (antiguo Ag, actual 6a+) que son la variante directa de 1968 que antes comentaba, donde se junta con la original en la cómoda reunión (R5), en la base de la vía de las Fisuras.

La vía hoy:

Lo más cómodo para realizar esta vía es llevar una cuerda simple de 70 metros para empalmar algún largo. Las chapas se acaban al entrar en la chimenea, aunque ahí encontraremos bastantes puentes de roca y algún clavo. Se puede llevar algún fisurero o friend, pero es muy complicado emplazarlos; es mejor llevar cordinos por si no nos fiaramos de las reliquias que vamos a encontrar. Las reuniones son excelentes (parabolt de 14 con grandes argollas amarillas) y es una vía muy bien equipada.

Una opción muy repetida y bastante recomendable es entrar por la Directa As Cimas hasta la repisa para acceder directamente a la R2. Una vez aquí, podemos saltarnos la R3 y montar directamente en la R4, situada encima del desplome y antes de la preciosa travesía de V+. La R5 sólo tiene una argolla, pero puede reforzarse con un puente de roca de manual.

Desde el collado donde termina la vía, podemos hacer el paso de la vía para acceder a la punta No importa o escalar en un largo la punta Mallafré. A nuestro gusto. 4 horas de escalada.

El descenso se realiza destrepando desde el final de la vía, ayudándonos de las sabinas hasta encontrar una primera instalación de rápel (25 metros). Atravesamos por los jardines hasta llegar a otra instalación de rápel colocada en una sabina (35 metros). Desde aquí llegamos al suelo y podemos recoger las cuerdas; descender por terreno inestable hasta la parte superior de la gran glera de la base del Firé. Bajar directamente o, más cómodo, atravesar hacia el mallo Castilla para encontrarnos con el cómodo camino que viene de la Foz de Escalete.

Mi historia:
La Galletas fue mi primera vía "seria" de varios largos y le guardo un cariño especial. Aquella vez acompañaba a Manu Córdova y Agus Rodríguez y no sé si era consciente del tremendo nivel de mis compañeros de cordada cuando me decidí a convertirme en lastre. Era un día de junio, probablemente del 2000, no lo sé seguro. Trabajé toda la mañana y fuimos a escalarla por la tarde. Tras una demostración de buen hacer escalando de mis compañeros, a mí me tocó tirarme los largos finales de chimenea -los más fáciles-, con un solo expansivo en los 4 largos finales de la vía. Las reuniones son buenas, pero mi estado físico, mi técnica y mi fe no lo eran. El hecho de que fueran fiestas en Riglos y la orquesta tocara la Macarena mientras yo estaba seguro de que iba a meterme la hostia del siglo, no ayudaba a sentirme a gusto en esa escalada; pensaba que moriría al tercer o cuarto rebote por esa chimenea llena de mierda de buitre y que lo último que oiría sería: "heeeeeeeey, Macarena, aaaaumm".

A día de hoy he repetido la vía bastantes veces y con muy buenos amigos -la última vez a finales de enero con los Tresacos- y siempre me ha dejado muy buen sabor de boca. Esta última vez me dije a mí mismo que no la volvería a hacer en un tiempo; no sé muy bien porqué. Creo que me habré cansado de repetirla y necesito darle descanso hasta que me vuelva a picar el gusanillo. Puede que me haya dado cuenta de que algo ha cambiado desde aquella primera vez; ya no me parece nada difícil, las cagadas de los buitres se han multiplicado y el primer largo resbaloso de chimenea cada vez me motiva menos.



Tantos 50 años... (primera parte)

Resumen de todo lo que vendrá...


En 2003, con menos idea de escalada y más pelo, asistí al homenaje que Montañeros de Aragón -por aquel entonces mi club hasta que harto de que no me dejaran entrar la bici hice defección a favor del San Jorge- rendía a Rabadá y Navarro, coincidiendo también con el 50 aniversario de la conquista del Puro. No recuerdo quién comentó que ese acto iba a ser el primero de una serie de "50 aniversarios" que se prolongarían unos 10 años en el tiempo, hasta 2013, cuando se cumpla medio siglo de la muerte por frío y agotamiento en la norte del Eiger de los homenajeados en aquella ocasión. Que tres pipiolos como Bescós, Rabadá y Cintero (Manuel Bescós era el mayor de los tres con 21 años) conquistaran tan emblemática cima, quitándosela de las narices a alguien con un nombre tan consagrado como Jordi Panyella, dio paso a otra serie de vías que mostrarían el buen hacer de una generación. Aquella escalada dejó dos promesas de las cordadas protagonistas; por un lado, Rabadá se juró no volver a escalar esa vía, por los buenos momentos que había pasado -volvió a subir al Puro, pero abriendo la Norte- y por su lado Panyella, que tuvo que ver desde abajo su ansiada cima ya pisada, juró no volver a Riglos. Incluso en el 50 aniversario de la conquista del Puro y a pesar de ser el primer escalador en subir al Pisón, declinó la invitación.
La cordada Rabadá-Navarro fue breve en el tiempo, firmando sus ascensiones entre mayo del 59 y agosto del 63, poco más de 4 años, pero la huella que nos dejó traspasa el tiempo. El Espolón del Gallinero, el Espolón del Firé o la Oeste del Naranjo son las más notables ascensiones de esta cordada, pero reducir los éxitos de toda una generación de escaladores a la triada Rabadá-Navarro es injusto. Las aperturas entre 1953 y 1956, salvando la mencionada conquista del Puro, han quedado eclipsadas por lo que vendría los siguientes años. Serón y Millán, después de la muerte de Carilla que formaba cordada con ellos en el momento del accidente, no volvieron a hacer nada destacable, y la mili de Rabadá también influyó en el poco movimiento de aperturas. Algo en los mallos pequeños y la norte del Anayet por parte de Pepe Díaz es lo más destacable de estos años, pero llega 1957 y, como espoleados por la apertura de la Ravier al Tozal del Mallo, los aragoneses se lanzan a las aperturas de nuevas vías. La Serón-Millán al Pisón es la apertura más destacada en los mallos ese año, demostrando que el epíteto de "directísima" que Panyella y Casasallas habían dado a la Pany-Haus podía superarse. En agosto, José Antonio Bescós y Rafael Montaner esperaban durante 9 días a pie de vía a que mejorara el tiempo para abrir noreste del Cilindro.
Ese mismo año Ernesto Navarro comienza a escalar; conoció a Rabadá y éste le metió el veneno en el cuerpo; en Riglos sube con facilidad su primera vía -la Pany- y realiza algunas probatinas en la sur del Firé con un resultado no deseado: caída y rotura de su pierna izquierda. Su hermana Escolástica ve en ese accidente la señal para que Ernesto, cual san Pablo cayendo del caballo, recobre la cordura y deje de subirse por las paredes pero el golpe no surtió el efecto deseado: una vez recuperado abre su primera gran vía, la Luis Villar al Firé, desgraciadamente muy poco recorrida en la actualidad. Estamos ya en 1958.

Continuará...

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