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Lo primero, la montaña

Epigrafía e iconoclasia (El Puro)

Dos muertes en Riglos marcaron los primeros años de la historia de la escalada en los mallos. En los primeros intentos por escalar el Puro Mariano Cored en 1947 muere pocas horas después de caer hasta el suelo tras soltarse la presa a la que se asía y Víctor Carilla en la Semana Santa de 1950 (tercer intento personal por escalar este mallo, cuarto absoluto) fallece en el acto tras derrumbarse parte de la entosta que intentaba superar.

Aquellas muertes supusieron por una parte la prohibición de escalar en los mallos y por otra la creación de un mito al Puro como mallo maldito y macabro. Habría que hablar de una tercera consecuencia, como fue la retirada de las paredes de Ángel Serón y Fernando Millán, que formaban cordada con Carilla en el momento de su muerte. Ricardo Arantegui, amigo personal de Carilla, escribió con tristeza el siguiente texto que nos da una idea del material y las técnicas utilizadas: "Tengo guardado el trozo de cuerda que tenía atado a la cintura; era una cuerda de escalada de lo bueno que había en el mercado, de cáñamo con hilos de algodón de varios colores entretejidos, que se encontraba en buen estado y que, en su punto de ruptura, más daba la impresión de haber sufrido el corte de una arista viva"

Dos lápidas situadas una al lado de la otra en la base norte del Pisón recordaban a Cored y Carilla. Existía otra más de la que no queda ningún resto. Es conocida gracias al testimonio escrito en la Guía de escalada de Riglos de Rafael Montaner y Fernando Orús: "Su conquista (la del Puro) fue dramática , pues en distintos intentos perdieron la vida Mariano Cored y Víctor Carilla, a los que unas lápidas, junto a la de José María Renovales muerto años después, guardaron recuerdo y dieron sombría bienvenida hasta que unos desaprensivos las destruyeron". Como dicen estas palabras, la oleada de iconoclasia que recorrió las paredes de la península a principios de los 80 acabó con estas placas de homenaje.

Sobre este acto Arantegui contaba lo siguiente: "Por suscripción entre sus compañeros de Montañeros de Aragón se mandó esculpir una lápida conmemorativa que se colocó al pie del lugar donde se encontró con la muerte, muy cerca de la de Mariano Cored de Peña Guara. Estas placas colocadas a respetable altura y que teóricamente sólo eran accesibles a escaladores fueron destruidas con ensañamiento a martillazos quedando totalmente irrecuperables. Al autor o autores de este suceso la conciencia colectiva los juzgará y colocará en el lugar que les corresponda, su silencio certifica que el acto es altamente reprobable".

Edito (ene'09): Como no es fácil encontrar testimonios escritos a favor de la destrucción de lápidas, copio el comentario que ha realizado el Centinela González.

"En los años 80 se rompieron todas las lápidas de Riglos, Pedriza o Picos, ademas de arrancar cruces y tirar vírgenes pared abajo. La memoria de un escalador se respeta no-alterando su legado, no colocándole una lápida de mármol con la leyenda ARRIBA ESPAÑA. Se quitaron todas las lápidas y están bien quitadas, sin embargo se continuan colocando más. Que nadie se extrañe si se las vuelven a quitar.

Riglos en aquellos años parecia un cementerio, simplemente se limpio: en el Volao dabas con los pies en una lápida, en la Sur del Naranjo te tenias que subir a otra para empezar a escalar, y en Cabrera al Manolin le pusieron otra cuando murió de enfermedad común, no escalando allí, simplemente se la dedicaron.

En poco tiempo habrá españoles musulmanes escalando e igual pintan versículos del Corán a pie de vía, ¿porque las pintadas no y las lápidas si? lo mejor es una montaña limpia. ¿Quereis respetarles? pues no convirtais sus vías en ferratas."

Composición en homenaje a Víctor Carilla realizada por Julián Gracia, obtenida del Anuario de Montañeros de Aragón.

Foto de Rabadá, M. Bescós y Cintero tras la primera del Puro obtenida de Cuadernos Técnicos de Barrabés. Se observa una de las lápidas destruidas en la actualidad.

Epigrafía e iconoclasia (Aguja Roja)


Comentaba en un post anterior los destrozos sobre el patrimonio físico y sentimental que se habían cometido en Riglos. Sin entrar en detallar la justificación o no de estos hechos, quería (también me lo han pedido) explicar un poco más sobre algo de la historia de la destrucción de iconos y recuerdos en los Mallos.

En las religiones clásicas, la única manera de sobrevivir en el más allá era que los vivos te recordaran utilizando para invocar la memoria un soporte perenne como la piedra: así surgió la epigrafía funeraria. Los escaladores de los años 50 y 60 debieron de pensar algo parecido, instalando lápidas allá donde alguien había muerto.

Este recuerdo a los muertos en Riglos fue más allá. En 1954 Luis Gómez Laguna fue designado alcalde de Zaragoza y en Riglos les debió parecer que el pequeño mallo situado detrás de la Aguja Roja llamado Gómez Laguna no era suficiente homenaje para el ilustre montañero -aparte de empresario, intérprete de alemán para la Legión Cóndor en la guerra civil y presidente de los Caballeros del Pilar- y en un ataque de oportunismo decidieron rebautizar el nombre a los mallos. Así que por decreto administrativo la Aguja Roja pasó a llamarse Peña Gómez Laguna.
Es muy interesante comprobar que este cambio de nombre no fue entendido desde los primeros momentos ni siquiera en los círculos más cercanos al alcalde franquista de Zaragoza. Tomás Tomás Ichaso, como Delegado Provincial de la F.E.M. firma un artículo en 1957 titulado "Claridad y justicia en la Toponimia de nuestras montañas" del que extraigo los siguientes párrafos en el que explica su perplejidad por el nuevo nombre de la Aguja Roja:
¿Puede, hablando en términos montañeros -que nuestro amigo Gómez Laguna entiende perfectamente- cambiarse el nombre de una cima?
La que hasta ahora se llamaba "Aguja Roja" fue escalada por primera vez por la cordada de Montañeros de Aragón formada por Francisco Fau y Ángel Serón el día 5 de junio de 1947 y utilizando el derecho que le concedían las costumbres y usos montañeros le asignaron este nombre que, como montañero, creo sinceramente que debe respetarse.
Por otra parte, detrás mismo de la Aguja Roja existe otro mallo que fue escalado por vez primera por lo ya citados Serón y Fau, acompañados por el también escalador de Montañeros de Aragón, Antonio Ansón, el día 6 de octubre de 1947. A esta cima, en un sencillo homenaje en la misma cúspide, a muchos metros del suelo, le fue impuesto el nombre de "Luis Gómez Laguna". Hace 10 años que los arriesgados escaladores que frecuentan Riglos reseñan entre sus actividades el "Mallo Gómez Laguna" ¿Tenemos, pues, a partir de ahora, dos mallos con el mismo nombre y, precisamente, juntos?

El discutido homenaje no sólo fue un trámite administrativo; como verba volant, scripta manent, el pueblo de Riglos decidió colocar una placa en el mallo rebautizado. Luis Gómez Laguna no murió hasta 1995, pero a mitad de los 50 ya tenía su homenaje epigráfico.
No tengo datos del tiempo que tardó la placa en ser destruida, pero por lo visto no fue demasiado. Son los efectos colaterales de tomar decisiones por el "ordeno y mando" en asuntos que trascienden de la lógica.

Pero la historia va más allá. El nombre de Peña Gómez Laguna era el tercero que se le asignaba al mismo mallo; anteriormente, los aperturistas del mallo, Serón y Fau, bautizaron el mallo como "la Remolacha", aunque definitivamente Aguja Roja triunfó más entre el círculo de montañeros. Incluso tras la segunda repetición del mallo, los escaladores que habían realizado esta ascensión expresaron su intención de haber llamado a la Aguja Roja Peña Aragón si no hubiera sido por haber tenido ya el nombre adjudicado por los aperturistas.

Reseña de la Normal de la Aguja Roja, aquí.
Reseñas de la Sureste clásica y la Villarig, aquí.

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